Ahí va otro texto que he escrito, este no pertenece a la serie Zatopek. Muchos abrazos fraternales.
RECETAS PARA USAR DENTRO DE LA MEMBRANA
Arrancar el motor, arrancar el motor, arrancar el motor,…
Tiro de la cuerda con la vana esperanza de arrancar el motor. Contemplo mi intento desde la convicción de su futilidad, pero sé que la acción es necesaria. Todos mis actos han alcanzado el estatuto de lo necesario, han abandonado paulatinamente la contingencia empujados por la necesidad. Necesidad de fe, necesidad de fe para conservar la esperanza, necesidad de conservar la esperanza para mantener la cordura, necesidad de mantener la cordura, ¿para qué?
La inutilidad de mi fuerza aplicada a la cuerda está condenada al fracaso de antemano porque el pequeño motor que activa la sierra eléctrica precisa de combustible, gasóleo A para ser más exacto, y este ha desaparecido de este lugar desde antes de que yo llegara, o eso creo. Me he prohibido confeccionar pensamientos que me lancen al futuro, creo que aumentaría mi ansiedad, aunque tampoco tengo claro que eso fuera malo para mi, creo que nunca he estado preso de la ansiedad, aunque tampoco tengo certeza de ello, aquí no hay nadie más. Nadie más, nadie más con los que compartir mi aislamiento, aunque si ellos estuvieran aquí el aislamiento desaparecería, o al menos sería diferente. ¿Existe el aislamiento con otros? No soy capaz de responder a esta pregunta, quizá la soledad me convierta en un inútil para esto. Podría soñar con ellos, pero no lo hago. Me he prohibido soñar, aunque sospecho que no lo consigo.
A mis sueños no sé si puedo llamarles como tal. Llevo demasiado tiempo dentro de esta membrana y he aprehendido todo su contenido con una nitidez pasmosa, al menos desde mi punto de vista eso me parece, y tengo una suerte de creencia que me empuja a pensar que cuando algo toma una imagen tan clara en la mente lo hace a costa de desplazar a otras imágenes, lo que en mi caso se traduce en la ausencia de todo recuerdo anterior a este citoplasma en el que me encuentro (citoplasma porque se encuentra dentro de una membrana). Así, mis sueños son algo como una memoria soñolienta, como un mecanismo más de mi memoria que la potencia, lo que hace mucho más insoportable mi reclusión. Definitivamente la memoria va en contra de la vida en reclusión, sobre todo en espacios pequeños (esperanza para peces). Aunque todo esto es sólo una hipótesis mía, porque no recuerdo mis sueños, sólo experimento su posible efecto, relación causa efecto que se desprende de mi teoría, de la clarividencia con la que al despertar recuerdo este espacio mío. Mecanismo deductivo, hace tiempo que agoté todas las posibles inducciones de este espacio.
Con total seguridad, y por otro lado, lo que sí opera a favor de la reclusión, siempre referida, claro está, a espacios pequeños, es el concentrarse en los intermedios, esos pasos que habitualmente solía despreciar y que ahora reconozco como mi salvación. Volvamos a la fuerza que he tenido que aplicar a la cuerda con el fin de activar la sierra y con el fin de intentar romper la membrana y con el fin de salir de aquí; podría haberme concentrado en toda esta cascada de acontecimientos potenciales o en uno sólo de ellos, pero no, no ha sido así, únicamente he fijado mi atención en el acto de agarrar con fuerza la cuerda, la he apretado con mi mano percibiendo con precisión su tacto filamentoso, notando esta sensación constante y mesurada en toda la superficie de mi mano, pues mis receptores táctiles se excitan al unísono ya que después de repetir este simple acto (simple ahí reside su grandeza) innumerables veces he conseguido que cada milímetro de mi piel roce con la cuerda en el mismo instante, tensar los músculos del brazo de manera que concentren toda la fuerza posible para que el consiguiente tirón sea de la mayor magnitud posible. Esto es un intermedio y he conseguido alejarlos de la transcendencia y reunirlos en la inmanencia. ¿Por qué buscar los fines fuera de aquí? ¿Por qué no concentrarlos todos dentro de esta geometría esférica? Situarlos fuera supone eliminar su disfrute, en el interior puedo hacerlos míos y abrazarlos. Se puede concluir, por tanto, que la cantidad de actos transcendentes que se encuentren en una burbuja que delimita el espacio de encierro es inversamente proporcional a la felicidad en reclusiones dentro de espacios pequeños, y de manera análoga se puede enunciar que la cantidad de actos inmanentes que están localizados dentro de la ya referida burbuja es directamente proporcional a la felicidad en reclusiones dentro de espacios pequeños.
Preocupación ante la invasión exterior, porque parece que comienzo a atisbar lo que podría ser un recuerdo de cuando estaba fuera de aquí. Y esta preocupación se sustenta en la posibilidad de que este recuerdo me lleve a delinquir de manera flagrante, pequeños delitos sí que cometo, en contra de mi propia ley, pues otra de mis prohibiciones consiste en ahuyentar cualquier pensamiento que provenga de mi pasado exterior. Abrir ese camino podría conducirme a recordar que es lo que hizo que acabara o empezara aquí y esto sería terrible en tanto en cuanto me pudiera disponer a corregir imaginariamente actos de mi pasado exterior con el fin de haber podido evitar la reclusión en espacios pequeños. Y si los actos inmanentes son acogidos con alborozo dentro de este lugar, los reproches y los remordimientos se oponen a la felicidad en reclusiones dentro de espacios pequeños.
En cuanto a la felicidad, ¿realmente es posible dentro de la membrana? Creo que estoy trabajando con arrojo y con todas mis fuerzas para conseguirla. El método de búsqueda ha quedado establecido por el uso. Primeramente intento determinar los estatutos sobre los que se asienta la posibilidad de felicidad dentro de este espacio, que es un lugar virgen en lo referente a este tipo de investigaciones. Una vez hecho esto ejecuto todo el aparato teórico que he construido, llevándolo al orbe de la praxis, y es ahí donde verifico su validez. Debido al largo tiempo que llevo aquí dentro y a mi persistencia en la realización del método los progresos están siendo notables y lo que es más importante, el horizonte que vislumbro al final de este trayecto me lleva a pensar que el futuro presenta un cariz netamente positivo.
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